BEFORE DACHAU...
THE SPANIARDS IN TRANSIT: WAR, RETREAT, DEPORTATION, AND SILENCE.
ANTES DE DACHAU…
Los españoles en transito: guerra, retirada, deportación, silencio
Era julio de 1936. El verano había llegado a Barcelona y sus calurosas noches invitaban a prolongar las tertulias hasta la madrugada, para así resarcirse del calor del día. Los deportistas inscritos en la Olimpiada Popular, que iba a celebrarse del 19 al 26 de julio en el estadio de Montjuïc, se paseaban por sus calles, ajenos a lo que unos días más tarde les iba a suceder. La Olimpiada Popular, se había consolidado como un evento deportivo, alternativo al que iba a celebrarse en el Berlín de la Alemania nazi, mostrándose ante el mundo como un encuentro internacional antifascista, impulsado por la Internacional deportiva roja y organizada en Barcelona por el Comité Català pro Esport Popular-CCEP. Se inscribieron más de 6.000 atletas, hombres y mujeres de 23 países, para competir en más de 19 modalidades deportivas.
Las ciudades de Barcelona y de Berlín habían competido para ser el escenario de la XI edición de los Juegos Olímpicos y, aunque Barcelona disfrutaba de una cierta ventaja, finalmente el Comité Olímpico Internacional-COI eligió la candidatura de Berlín como sede de los mismos. El Gobierno del Frente Popular de la II República, considerando que en este encuentro deportivo enaltecían los valores de ideología nazi y fascista, decidió no participar, y no enviar representantes españoles a los Juegos de Berlín
La mañana del 18 de julio, los habitantes de Barcelona habían amanecido, a la espera de recibir noticias de lo que estaba ocurriendo en el protectorado español de Marruecos. La incertidumbre planeaba libremente por sus calles en un latente fluir de lucha antifascista. En el interior del Palau de la Música Catalana, el violoncelista Pau Casals estaba ensayando con su orquesta y el Orfeó Gracienc, el último movimiento de la Novena de Beethoven con el que se iba a inaugurar la Olimpiada Popular. Casals y algunos miembros de la orquesta y del coro habían tenido dificultades para asistir al ensayo. Llegar a Barcelona en coche desde su residencia en el Vendrell, se transformó en un complejo viaje; los controles en las carreteras ralentizaban los desplazamientos y la red ferroviaria no funcionaba.
Por fin el ensayo pudo iniciarse, pero sucedió algo inesperado. De repente, la orquesta y el coro tuvieron que interrumpir el ensayo cesando su actividad, para escuchar atentamente la noticia que, desde el Palau de la Generalitat les hacían llegar con un emisario: “ un grupo de militares se habían alzado contra el gobierno de la II República, en los territorios españoles del norte de África, en las ciudades de Melilla, Tetuán, Ceuta y Larache”. Las palabras llenaron todo el espacio, substituyendo a la música. Ese cambio de registro modificó en un segundo sus vidas. Esas frases auguraban un complejo desenlace y, dada la gravedad de lo que estaba sucediendo, se decidió suprimir el ensayo. En las calles cercanas al Palau, ya se estaban levantando barricadas y en las Ramblas podían oírse los primeros disparos entre los sublevados y los fieles a la República.
Esta fecha del 18 de julio lo transformó todo, y muchos de los atletas, mujeres y hombres que habían venido a participar en la Olimpiada Popular, se sumaron espontáneamente a las luchas callejeras, uniéndose a las Milicias Obreras a favor de la II República, formando unidades de voluntarios extranjeros que partieron desde las Ramblas de Barcelona hacia el frente de Aragón. Con ese gesto de solidaridad, había nacido el embrión del movimiento, que se constituiría en octubre de 1936 como las Brigadas Internacionales, cobrándose su primera víctima mortal en la figura del atleta austriaco Mechter, que murió el 19 de julio. Las Brigadas Internacionales, representaron el mayor movimiento de solidaridad internacional de la historia reciente de la humanidad. Hombres y mujeres dejaron sus hogares y trabajos para apoyar a la II República Española y combatir el fascismo, que se había iniciado con el golpe militar secundado por Francisco Franco. Estos voluntarios estuvieron en activo hasta el 23 de septiembre de 1938, porque el pacto de no intervención creado en 1936 por Francia, y apoyado por el Reino Unido, forzó al Gobierno de la II República Española a disolverlas; su marcha conmovió a los brigadistas y a los españoles, que salieron a las calles para despedirles agradecidos por su compromiso y ayuda antifascista.
Y llegó diciembre de 1938. Barcelona cae y las tropas franquistas llenan las calles como una mancha de aceite que se expande. La huida se hace necesaria, tiene que ser rápida, sin enseres que llevarse. Miles y miles de hombres, mujeres, ancianos y niños; familias enteras han de abandonar sus hogares con premura y dirigirse a pie hacia los Pirineos, para cruzar la frontera hacia la idealizada Francia, refugiándose en las cunetas de los caminos, en su huida de los ataques aéreos, que la aviación franquista, alemana e italiana ejercían sobre ellos.
La “Retirada” había comenzado. Era invierno, y en febrero las montañas del Pirineo estaban nevadas; soplaba un fuerte viento en el Ampurdán y casi medio millón de almas iniciaban el éxodo de la esperanza, que se convertiría en un perenne exilio y en un primer paso para los trabajos forzados, la deportación y el silencio. Los gendarmes con su “Allez” “Allez” los van empujando, ajenos a lucha que toda ese masa llevaba en sus entrañas desde 1936 y que ahora, en 1939, les obligaba a dejar sus raíces. La lucha contra el fascismo en España, había invadido a miles y miles de hogares: tres años de guerra, de hambre, de persecución, de soledad, de sacas, de camiones, de tiros en la nuca, de desolación y de muertos en cunetas.
Y al cruzar la frontera el temor seguía con ellos. La incertidumbre de lo que les podía suceder a los que habían dejado atrás en sus pueblos y ciudades, a sus padres, hermanos, amigos, mujeres e hijos, era un dolor añadido al dolor del exilio. Sin duda, los que se habían quedado, se habían convertido en posibles rehenes y víctimas sobre las que ejercer la represión, el encarcelamiento, la violación, o el asesinato por las tropas sublevadas, o por los falangistas ávidos de exterminar cualquier idea republicana que estuviese aún viva, o por el simple hecho de ser un familiar, o amigo de un “republicano”. De madrugada, los camiones llegaban a las puertas de las casas, para llevarse a hombres y mujeres hacia las afueras del pueblo o a cualquier tapia de cementerio para silenciar su vida con un tiro en la nuca. Una fosa anónima, era el mudo testigo de lo sucedido.
El Gobierno Francés vio en esta masa humana republicana, a un peligroso enemigo para su Estado, no queriendo acogerlos en su tierra. Escritores, poetas, músicos, médicos y trabajadores, perdieron su identidad, dejando una España vacía y a una Francia, que perdió la oportunidad de acoger a la intelectualidad y a los abnegados trabajadores de su país vecino. En su lugar abrió los campos de internamiento, donde un agujero en la arena de la playa, era el cobijo para el frio y el viento. Era la cama donde dormir o el agujero donde comer; sin mantas, ni fuego donde calentarse. Las familias fueron separadas, los hombres jóvenes a un lado, las mujeres, los niños y los ancianos a otro. Alambradas que los separaban… Y como suele ocurrir siempre a las mujeres, era necesario ir en grupo, en algunos momentos del día, por el riesgo de ser violadas por sus vigilantes.
Pero una esperanza apareció en el horizonte de las vidas de esas mujeres: la Maternidad de Elna. Fundada en 1939 por Elisabeth Eidenbenz, se convirtió en un refugio para las mujeres españolas que estaban embarazadas e internadas en los campos de concentración del sur de Francia. Elna las ayudó a dar a luz a sus hijos, en unas condiciones mínimas de salud y así nacieron un total de 597 niños y niñas. Más tarde, esta misma maternidad ayudó a mujeres judías, que compartían el mismo trato que las españolas y de nuevo, otros 200 bebés más, pudieron nacer entre sus muros. La Maternidad de Elna fue clausurada por la Gestapo en1944.
Francia se sentía incomoda con la presencia de los españoles en su tierra. A principios de 1939, decidió que los refugiados extranjeros debían resarcir al Gobierno Francés por estar en sus fronteras, obligándoles a cumplir una contraprestración semejante al “servicio militar”, que realizaban los ciudadanos franceses. En septiembre de 1939 se convirtió en un servicio obligatorio. Nacen las compañías de trabajadores extranjeros como unidades militarizadas. Su trabajo era realizar obras de construcción de defensa de las fronteras y, alrededor de unos 20.000 republicanos, formaron parte de este contingente. Otros españoles fueron obligados a realizar tareas agrícolas o en la industria.
El gobierno de Pétain, tras el armisticio franco-alemán, continuó manteniendo militarizados a los españoles que se habían enrolado en la Legión Extranjera. Como continuaba la desazón por albergar en terreno francés al contingente de exiliados republicanos, se les conminó a elegir entre tres opciones: 1) La repatriación, cosa imposible para los refugiados, porque regresar a España era morir. 2) Trabajar en el campo o en la industria (Compañía de trabajos para extranjeros-CTE). 3) integrarse como trabajadores forzosos en el Norte de África. Pero no todos los republicanos españoles, pudieron acogerse a estas opciones, quedándose encallados en los campos de internamiento del gobierno de Vicky, sin otra posibilidad de salida.
Otro porcentaje de españoles, encontraron una salida a esta situación de internamiento en el Sur de Francia, al acceder a los llamados “barcos del exilio”, fletados por el SERE y la JARE y embarcarse rumbo a México, a Chile o a la República Dominicana, creando así un sueño de vida en ellos, pero con la nostalgia de un exilio exterior y el peso de un exilio interior, que les acompañaría a lo largo de su vida.
La lucha contra el fascismo y el nazismo, se mantuvo en el ánimo de los españoles y españolas fieles a los valores republicanos; nada más cruzar la frontera y pisar suelo Francés, se incorporaron a la Resistencia. Este contingente de combatientes fueron un objetivo prioritario para la Gestapo que, con la ayuda de informadores españoles adscritos al régimen franquista, que se movían con total impunidad por Francia, buscaban a sus miembros para ser asesinados, encarcelados, o deportados, como lo fueron los españoles que participaron el motín de la prisión de Eysses. Tras su fracaso, partieron desde la estación de Penne d’Agenais, para ser deportados al campo de concentración de Dachau y de Allach. La Francia de Vichy en 1943, reconstruir las unidades de trabajadores extranjeros, formando parte de ellas unos 31.000 españoles.
El desembarco de las fuerzas aliadas en 1944, fué el detonante para la deportación masiva a los campos de concentración y de exterminio. El régimen nazi intuía su derrota y decidió dar luz a su proyecto final. Las redes de ferrocarriles franceses, fueron la tela de araña que facilitó el trasiego de gente en vagones, en condiciones de mal trato y de violencia extrema.
Los campos de internamiento franceses seguían llenos de españoles. Para algunos había sido su habitáculo desde su llegada a Francia en 1939 y como la deportación masiva había comenzado, ante la presencia de esos “rojos españoles”, Hitler quiso preguntar a Franco sobre qué quería que se hiciese con los españoles que estaban internados en los campos franceses.
La respuesta del Dictador fue clara y sin titubeos: -fuera de las fronteras españolas no había españoles-. Con estas escuetas palabras, firmó la sentencia de muerte de quienes habían defendido la legalidad de la II República. La deportación fue su destino, y llevarla a cabo una solución sencilla para eliminar aquellos a los que consideraba como una escoria humana. Los países aliados no supieron ver que el nazismo había triunfado en España. No fue necesario invadirla en el otoño de 1939, porque ya formaba parte de los países alineados al III Reich desde el verano de 1936. La segunda guerra europea ya había comenzado con su alianza al golpe militar que derrocó a la II República.
El campo de concentración de Dachau, añadía una nueva incertidumbre a las que ya llevaban vividas, pero en este inhóspito lugar, su destino volvió a cruzarse con la presencia de los Brigadistas Internacionales, que también habían sido deportados a Dachau. Sus ideales comunes de lucha antifascista y el compartir un mismo idioma, el español, fue de vital ayuda para los españoles que, en su mayoría, desconocían la lengua alemana, y el -NO PASARAN- volvía a tener fuerza, siendo más un deseo y una nostalgia que una realidad. Una placa en el Memorial recuerda a estos generosos Brigadistas.
Llegó la liberación en abril de 1945. Un día de extraña realidad, de confusión, de violencia y de desamparo. La mayoría de deportados pudieron regresar a sus países de origen, a sus casas con sus familias, con sus amigos, pero la liberación no fue igual para todos. Los españoles no pudieron hacerlo, era impensable regresar a España. El régimen fascista de Franco no lo permitía y era fácil ser delatado por los adictos al nuevo régimen y ser fusilado sin juicio. De nuevo, les invadía la pregunta de: ¿regresar a dónde?; nadie les quería en sus tierras. Informar que estaban vivos ¿a quien?; el miedo seguía activo. Sabían que sus familias podían ser represaliadas por el simple hecho de ponerse en contacto con ellas y este sentimiento de culpa, silenció a muchos deportados, ocultando a sus seres queridos que estaban vivos. Algunos murieron, en soledad, poco después de la liberación. Otros no pudieron reencontrarse con sus familias hasta mucho tiempo después de finalizada la guerra. Otros formaron nuevas familias; familias rotas, familias reconstruidas. Volver era imposible. Los muertos quedaron mudos, solo la búsqueda por parte de las familias ha permitido saber de ellos… Dolor y silencio.
Las esperanzas que habían depositado los españoles, convencidos de que después de liberar a Francia de la ocupación nazi, las fueras aliadas les ayudarían a derrocar al régimen fascista de Franco, quedó todo en un sueño. Ante el éxodo, el exilio, los trabajos forzados, los campos de concentración, los barcos del exilio… Europa los silenciaba. Nadie recordaba que la compañía Lincoln que liberó París “ La Nueve” estaba formada por republicanos españoles y el silencio llenó sus vidas, España fue silencio y Europa olvidó.
La guerra había acabado hacía cinco años, y una nueva sombra cayó sobre los republicanos españoles que, aunque ya habían sido reconocidos como héroes de la resistencia francesa, la operación Bolero-Paprika, llevada a cabo en Francia el 7 de septiembre de 1950, volvió a perseguirlos por considerarles unos comunistas peligrosos, obligándoles a abandonar el lugar donde residían para mantenerse vivos. El Hospital Varsovia de Toulouse fue considerado uno de sus refugios y se actuó clausurándolo y deteniendo a todo el equipo médico, como medida para eliminar las organizaciones comunistas españolas en Francia.
El olvido y la des-memoria han sido como una oscura y larga noche que ha durado casi ochenta años. Las cunetas españolas siguen llenas de muertos anónimos, que están esperando ser encontradas, para devolver los restos a sus familias.
De nuevo quiero recordar las palabras atribuidas a Pau Casals en su último concierto en España, realizado en octubre de 1938 y que cito textualmente de la biografía que Robert Baldock escribió sobre Pau Casals, que dice: “Durante un ensayo hubo un ataque aéreo y los músicos tuvieron que buscar cobijo precipitadamente. Cuando terminó, Pau Casals cogió su violonchelo y empezó una Suite de Bach, hasta que los músicos estuvieron listos para seguir”. En este mismo concierto Pau Casals lanzó un premonitorio mensaje al mundo: “No cometáis el crimen de dejar que asesinen a la República. Si permitís que Hitler gane en España, seréis las próximas víctimas de su locura. La guerra se extenderá por toda Europa, por el mundo entero. Venid a ayudar a nuestro pueblo”.
Cristina Cristóbal Mechó
(nieta de Fermín Cristóbal López 94139)
Barcelona junio de 2021
(1) SERE Servicio de Evacuación para los refugiados Españoles (1939-1945)
(2) JARE Junta de Auxilio a los republicanos Españoles. Creada en Paris en 1939 por la Diputación permanente de las Cortes republicanas en el Exilio
BEFORE DACHAU...
THE SPANIARDS IN TRANSIT: WAR, RETREAT, DEPORTATION, AND SILENCE.
It was July 1936, summer had arrived in Barcelona and the hot nights were an invitation to prolong the get-togethers until the early hours of the morning to make up for the heat of the day. The athletes registered for the People's Olympiad, which was to be held from 19 to 26 July in the Montjuïc stadium, were strolling through the streets, oblivious to what was to happen to them a few days later. The People's Olympiad had established itself as an alternative sporting event to the one that was to be held in Nazi Germany's Berlin, showing itself to the world as an international anti-fascist meeting promoted by the Red Sports International, and organised in Barcelona by the Comité Català pro Esport Popular-CCEP (Catalan Committee for Popular Sport). More than 6,000 athletes, men and women from 23 countries, registered to compete in more than 19 sports.
The cities of Barcelona and Berlin had competed to host the 11th edition of the Olympic Games, and although Barcelona enjoyed a certain advantage, in the end the International Olympic Committee-IOC chose Berlin as the venue for the Games. The Popular Front Government of the Second Republic, considering that this sporting event glorified Nazi and Fascist ideology, decided not to participate, nor to send Spanish representatives to the Berlin Games.
On the morning of 18 July, the people of Barcelona had awakened with the expectation of receiving news of what was happening in the Spanish protectorate of Morocco. Uncertainty hovered freely in the streets in a latent flow of anti-fascist struggle. Inside the Palau de la Música Catalana, cellist Pau Casals was rehearsing with his orchestra and the Orfeó Gracienc the last movement of Beethoven's Ninth, which was to open the People's Olympiad. Casals and some members of the orchestra and choir had had difficulty attending the rehearsal. Getting to Barcelona by car from his home in El Vendrell became a complex journey, roadblocks slowed down travel and the railway network was not working.
At last the rehearsal could begin but something unexpected happened. Suddenly the orchestra and the choir had to interrupt the rehearsal, ceasing their activity to listen attentively to the news that an emissary from the Palau de la Generalitat was sending them: "a group of soldiers had risen up against the government of the II Republic in the Spanish territories of North Africa, in the cities of Melilla, Tetuan, Ceuta and Larache". The words filled the entire space, replacing the music, and this change of tone changed their lives in a second. These phrases forebode a complex outcome, and given the seriousness of what was happening, it was decided to cancel the rehearsal. In the streets near the Palau, barricades were already being erected, and on the Ramblas the first shots could be heard between the rebels and those loyal to the Republic.
This date of 18 July transformed everything, and many of the athletes, women and men who had come to take part in the People's Olympiad, spontaneously joined the street fights by joining the Workers' Militias in favour of the Second Republic, forming units of foreign volunteers who set off from the Ramblas in Barcelona to the Aragon front. With this gesture of solidarity, the embryo of the movement that would be formed as the International Brigades in October 1936 was born, claiming its first mortal victim in the figure of the Austrian athlete Mechter, who died on 19 July. The International Brigades represented the largest international solidarity movement in recent human history. Men and women left their homes and jobs to support the Second Spanish Republic and fight the fascism that had begun with the military coup led by Francisco Franco. These volunteers were active until 23 September 1938 because the non-intervention pact created in 1936 by France and supported by the United Kingdom forced the government of the Second Spanish Republic to disband them. Their departure moved the brigadistas and the Spanish people who took to the streets to bid them farewell, grateful for their commitment and anti-fascist aid.
And then December 1938 came. Barcelona fell and Franco's troops filled the streets like a spreading oil slick. Flight became necessary; it had to be quick, with no belongings to take with them. Thousands and thousands of men, women, old people and children, entire families had to leave their homes in haste, and head on foot towards the Pyrenees to cross the border into an idealised France, taking refuge on foot in the ditches of the roads from the air raids that Franco's, German and Italian air forces were carrying out on them.
The "Retreat" had begun. It was winter and in February the Pyrenees mountains were covered with snow, a strong wind was blowing in the Empordà, and almost half a million souls began the exodus of hope that would become a perennial exile and a first step towards forced labour, deportation and silence. The gendarmes with their "Allez" "Allez" were pushing them along, oblivious to the struggle that the whole mass of people had been carrying in their guts since 1936 and which now in 1939 forced them to leave their roots. The struggle against fascism in Spain had invaded thousands and thousands of homes, three years of war, hunger, persecution, loneliness, people being pulled from their homes, trucks, shots in the back of the head, desolation and many shot and left dead in the ditches.
And when they crossed the border, the fear was still with them, the uncertainty of what might happen to those they had left behind in their towns and cities, their parents, siblings, friends, wives and children, which was added suffering to the pain of exile. Undoubtedly those who had stayed behind had become possible hostages and victims of repression, imprisonment, rape or murder by the rebel troops, or by the Falangists eager to exterminate any republican ideas that were still alive, or simply because they were a relative or friend of a "republican". Trucks arrived at the doors of houses at dawn to take men and women away, and with a shot in the back of the head on the outskirts of the village, or against any cemetery wall, their lives were silenced, and an anonymous grave was the mute witness to what had happened.
The French government saw in this mass of republican humanity a dangerous enemy for its state, and did not want to welcome them on its soil. Writers, poets, musicians, doctors and workers lost their identity, leaving an empty Spain and a France that missed the opportunity to welcome the intelligentsia and the self-sacrificing workers of its neighbouring country. Instead, it opened internment camps where a hole in the sand of the beach was the shelter from the cold and the wind, it was the bed to sleep in, or the hole to eat in, with no blankets, no fire to keep warm. Families were separated, young men on one side, women, children and old people on the other. Barbed wire fences separated them. And as is always the case with women, it was necessary to go in groups, at certain times of the day, because of the risk of being raped by their watchers. But hope appeared on the horizon of these women's lives. The Elna maternity hospital founded in 1939 by Elisabeth Eidenbenz became a refuge for Spanish women who were pregnant and interned in the concentration camps in the south of France. Elna helped them to give birth to their children in minimum health conditions, and a total of 597 children were born. Later, the same maternity ward helped Jewish women who suffered the same treatment as the Spanish women, and again 200 more babies were born within its walls. The Elna maternity hospital was closed by the Gestapo in 1944.
France felt uncomfortable with the presence of Spaniards on its soil, and at the beginning of 1939 decided that foreign refugees should compensate the French government for being on its borders by rendering a service in return for what they received, similar in duration to the military service performed by French citizens. In September 1939 it became compulsory service. Thus, companies of foreign workers were born as militarised units. Their job was to carry out border defence construction work, and around 20,000 Republicans formed part of this contingent. Other Spaniards were forced to work in agriculture or industry.
The Pétain government, after the Franco-German armistice, continued to keep the Spaniards who had enlisted in the Foreign Legion in the military, and as they continued to feel uneasy about sheltering the contingent of Republican exiles on French soil, they were forced to choose between: 1) repatriation, which was impossible for the refugees because to return to Spain was to die; 2) working in the countryside or in industry (Company of Work for Foreigners-CTE), or 3) being integrated as forced labourers in North Africa. But not all Spanish Republicans were able to avail themselves of these options and were stranded in the internment camps of the Vichy government with no other way out.
Another percentage of Spaniards found a way out of this situation of internment in the south of France, by boarding the so-called "exile boats" chartered by the SERE and the JARE and embarking for Mexico, Chile or the Dominican Republic, thus creating a dream life for themselves, but with the nostalgia of an external exile and the weight of an internal exile that would accompany them throughout their lives.
The fight against fascism and Nazism remained in the minds of Spaniards loyal to Republican values, and as soon as they crossed the border and set foot on French soil, they joined the Resistance. This contingent of fighters was a priority target for the Gestapo, who, with the help of Spanish informers linked to the Franco regime, operated with total impunity in France, searched for their members to be killed, imprisoned or deported, as were the Spaniards who took part in the Eysses prison mutiny. After the failure of the Resistance, they left the Penne d'Agenais station to be sent to the Dachau and Allach concentration camps. In 1943, Vichy France rebuilt the foreign workers' units and some 31,000 Spaniards took part in them.
The landing of the Allied forces in 1944 was the trigger for the mass deportation to concentration and extermination camps. The Nazi regime sensed its defeat and decided to give birth to its final project. The French railway networks were the spider’s web that facilitated the transfer of people in wagons under conditions of abuse and extreme violence.
The French internment camps were still full of Spaniards, which for some had been their living quarters since their arrival in France in 1939. And given that the mass deportation had begun, Hitler, faced with the presence of these "Spanish Reds", wanted to ask Franco what he wished done with the Spaniards who were interned in the French camps. The Dictator's answer was clear and unhesitating: "Outside Spanish borders there were no Spaniards". With these simple words he signed the death sentence of those who had defended the legality of the Second Republic. Deportation was to be their fate, a simple solution to eliminate those whom he considered to be human scum. The Allied countries failed to see that Nazism had triumphed in Spain; it was not necessary to invade in the autumn of 1939 because it had already been part of the countries aligned with the Third Reich since the summer of 1936. The Second European War had already begun with its alliance to the military coup that overthrew the Second Republic.
The Dachau concentration camp added a new uncertainty to the ones the prisoners had already experienced, but in this inhospitable place their destiny crossed again with the presence of the International Brigaders who had also been deported to Dachau. Their common anti-fascist ideals along with the sharing of the same language, Spanish, was of vital help to the Spaniards, most of whom did not know the German language, and the -NO PASARAN- was once again both a wish and nostalgia rather than a reality. A plaque on the memorial commemorates these generous Brigaders.
Liberation came in April 1945, a day of strange reality, confusion, violence, and helplessness. Most of the deportees were able to return to their countries of origin, to their homes with their families and friends, but the liberation was not the same for everyone. The Spaniards were unable to do so; it was unthinkable to return to Spain. Franco's fascist regime did not allow it, and it was easy to be betrayed by the new regime's supporters and to be shot without trial. Once again, the question of where to go back to came over them: nobody wanted them in their own country. To Inform that they were alive and to whom maintained the fear active still. They knew that their families could be repressed for simply contacting them, and this feeling of guilt silenced many deportees by hiding the fact that they were alive from their loved ones. Some died soon after liberation in solitude. Others were not reunited with their families until long after the end of the war. Others formed new families. Families broken, families rebuilt. Pain and silence. To return was impossible. The dead remained silent, only the search by their families has made it possible to find out about them.
The hopes that had been pinned on the Spaniards, who were convinced that after liberating France from Nazi occupation that the Allied forces would help them to overthrow Franco's fascist regime, remained a dream. After the exodus, exile, forced labour, concentration camps, exile ships - Europe silenced them. Nobody remembered that the Lincoln Company that liberated Paris "La Nueve" was formed by Spanish republicans and silence filled their lives. Spain was silence and Europe forgot.
The war had already been over for five years, and a new shadow fell over those who had been recognised as heroes of the French resistance. The Bolero-Paprika operation carried out in France on 7 September 1950 once again went after those who were considered dangerous communists, and once again the Spanish republicans were persecuted, forcing them to leave the place where they lived in order to stay alive. The Warsaw Hospital in Toulouse was considered one of their refuges and action was taken by closing the hospital and arresting the entire medical team as a measure to eliminate Spanish communist organisations in France.
Oblivion and total lack of acknowledgement have been like a long, dark night that has lasted almost eighty years. The Spanish ditches are still full of the anonymous dead who are waiting to be found in order for their remains to be returned to their families.
Once again I would like to recall the words attributed to Pau Casals at his last concert in Spain in October 1938, which I quote verbatim from Robert Baldock's biography of Pau Casals: "During a rehearsal there was an air raid and the musicians had to rush for cover. When it was over, Pau Casals took up his cello and began a Bach Suite until the musicians were ready to continue". At this same concert Pau Casals sent a premonitory message to the world: "Do not commit the crime of allowing the Republic to be assassinated. If you allow Hitler to win in Spain, you will be the next victims of his madness. The war will spread all over Europe, all over the world. Come and help our people.
Cristina Cristóbal Mechó
(Granddaughter of Fermín Cristóbal López 94139)
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